Seguro que en más de una ocasión has olido alguna fragancia que te ha evocado un recuerdo, te ha transportado a tu niñez o te ha hecho sentir gran comodidad.
Hoy en día, esto puede suceder con algo de tanta tendencia como son los perfumes corporativos, pero… ¿por qué ocurre este fenómeno?
Los olores y nuestra mente
Todo tiene que ver con el lugar donde se gestionan los olores en nuestro cerebro. Los olores se transforman en señales eléctricas que son recibidas por diferentes estructuras que tienen como misión procesar y reconocer esos impulsos. El olor se procesa en una zona del cerebro llamaba bulbo olfativo. Esta, a su vez, guarda gran relación con la zona que procesa las emociones, la amígdala, así como con el hipocampo, área especializada en la memoria y la cognición.
Todo ello hace que cuando asociamos un olor, la respuesta a su estímulo sea visceral e intensa.
Descifrar la compleja reacción que se desencadena al recibir un olor, supuso el premio nobel de física en 2004, a los científicos Linda Buck y Richard Axel.
Además, cuando se percibe una fragancia, también aparece en nuestro cerebro una imagen mental, lo que hace que la sensación sea más nítida, podemos recordar con más claridad aquello que nos hacía (y hace) sentir bien, momentos, experiencias, lugares, etc.
Esto se utiliza hoy en día en el marketing olfativo, buscando siempre que los clientes y clientes potenciales puedan relacionar olores que les gustan con productos que también les resultan interesantes.